martes, 10 de agosto de 2010

¿Por qué se drogan los jóvenes?


La psicología nos advierte sobre la existencia de diversos tipos de adictos y diferentes causas conducentes. Buen número de psiquiatras y psicólogos indican que el consumo de drogas es la resultante de un trastorno emocional.


Hay casos en que la droga permite la adaptación del individuo a las tensiones interiores, y en otros, la adicción se debe a la incapacidad del joven para enfrentar el papel de adulto, en otros el consumo es el producto de un desajuste psicológico o de trastornos de la personalidad.

Se indica que los neuróticos recurren a la droga para aliviar la ansiedad, los psicópatas para lograr exaltación y los sicóticos para evitar la depresión. Según Pascale, los psicópatas, los impulsivos, neuróticos y esquizotímicos son individuos predispuestos a la adicción.

El concepto de que el drogadicto es siempre portador de un trastorno psiquiátrico ha sido criticado, particularmente por quienes enfocan el aspecto sociológico. Para Reebock, el consumo de drogas es un mecanismo al que recurren algunos individuos a fin de hacer mas tolerable su situación social desfavorable.

Numerosos investigadores estiman que los trastornos psiquiátricos, la delincuencia, la drogodependencia, la fascinación por los falsos profetas, en suma el conjunto de actitudes patológicas, no son, en general, la consecuencia directa de un defecto de la personalidad sino el producto inevitable del sistema social , de relaciones que establece el individuo con su entorno, caracterizado según Devereux, por:

1. La impersonalidad de las relaciones humanas, con el pasaje de las comunidades rurales a las megalópolis industriales.
2. La fría objetividad como ideal científico.
3. La indiferencia afectiva y el aislamiento de las grandes metrópolis.
4. La sexualidad reducida a fornicación.
5. La pérdida del sentimiento de nuestra integración en el mundo social: nos sentimos cada vez mas "poseídos", "manipulados", "dependientes" de fuerzas contra las que nada podemos hacer.
6. La sanción del hombre que no puede más realizarse como una personalidad "verdadera", "independiente" y "libre", lo que hace que no le quede mas remedio que la rebelión, la locura o el suicidio.

El uso de drogas para suplir las deficiencias y los vacíos de la sociedad y la familia está determinado por:

- El enfrentamiento del joven con sus circunstancias,
- Su falta de identificación con el medio, la sociedad y la cultura,
- La irreligiosidad,
- El enfrentamiento generacional,
- Los conflictos de la familia y la falta de afectividad familiar,
- El fracaso de los adultos en el logro de objetivos,
- La imagen que brinda una sociedad de consumo estructurada en el "use" y "tire" y en el "haga hoy y pague mañana",
- La desigualdad económica, y cultural,
- Los diferentes tipos de discriminación, las guerras que azotan al mundo,
- Las circunstancias de que las metas más significativas sean la posición social y la riqueza,
- El desencuentro del ser con su individualidad y
- La no identificación del individuo con el papel que le cabe en el mundo.

La despersonalización de los jóvenes y la trivialidad que le ofrece el mundo contemporáneo, sin horizontes ni perspectivas, la incertidumbre del futuro, el tedio del presente y la añoranza del pasado y la carencia de responsabilidad frente a la propia persona impiden o limitan la búsqueda de la libertad, la lucha por la libertad creadora, la que conduce al encuentro de si mismo y la identificación del prójimo, y tiranizan el "paraíso artificial" en la irrealidad de la droga.

En síntesis, ayudemos al joven a lograr su integridad psíquica, respetando sus reclamos y sus necesidades.

Crecer es encontrarse armónicamente con el mundo y conformarse interiormente, larga tarea que debe cumplirse en un permanente juego entre el ser interior y las circunstancias externas y en un continuo rechazo y aceptación que modela la personalidad, la conducta, el espíritu.

Crecer no es una carrera para alcanzar el éxito, la fama, el poder, los bienes materiales, los halagos. No es buscar satisfacción para la codicia, la soberbia, los instintos, la vanidad. Es encontrarse consigo mismo y identificarse con la propia espiritualidad.

Las fisuras, las fallas, las carencias y aberraciones de nuestra época deshumanizada y alienante son el germen del desencuentro del hombre, la traba para el joven que emprende la aventura humana.

Todos, familia, escuela, trabajadores, estado, desde el hombre común hasta los intelectuales, debemos reaccionar y cumplir de alguna manera la tarea de recrear a la sociedad, de entender a los jóvenes, con una nueva perspectiva.

Como expresa Hesse: maestros necesitamos más que otra cosa, hombres que infundan en la juventud la capacidad de medir y de juzgar y sus modelos estén en el respeto de la verdad, la obediencia al espíritu al servicio de la palabra.

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